
En cualquier escenario este acontecimiento merecería nuestro aplauso y reconocimiento, nada ha sido más dañino para nuestra institucionalidad en la historia de Venezuela, que ese caudillismo y personalismo exacerbado que ha convertido a nuestra democracia en el enaltecimiento de personas y no ideas. Partiendo de este principio este decreto no tendría absolutamente nada particular, todo lo contrario, sería bienvenido y acatado, pero ¿11 años después? ¿A quién se busca engañar con la decisión? Si algo sabemos que tiene este gobierno es que ha usado el nombre, la cara, la sombra, la voz, y silueta del Presidente en absolutamente todos los espacios; amén del personalismo que irradia el mismísimo Chávez y que nos demuestra palabra a palabra en sus discursos y en sus acciones.

Las lluvias en Venezuela y sus cruentas consecuencias son ejemplo vivo de ello, cuántas de esas personas afectadas no tienen años esperanzadas con alguna política habitacional, y de gestión del riesgo que permita minimizar sus vulnerabilidades ante estos escenarios, no hace falta eliminar carteles, nombres, ni vallas, las palabras incumplidas, las esperanzas deshechas del pueblo son la obra cotidiana del Gobierno.